martes, 9 de julio de 2013

¿Cuál es su fórmula de oro para identificar un éxito?


El secreto es fácil. Es querer complacer al público. Y mira que viene de Medellín. Cuando viví allá, yo era jazzista. Fui con el Grupo Star, y me gustaba la salsa pero estaba en el latin jazz. No me gustaba la música sencilla. En Medellín, uno tenía novias, y ellas quieren ir a bailar. Y lo que había en 1987 era música raspa. Pensé ‘esto no me gusta’, pero si la mujer me decía ‘si quieres estar conmigo, tienes que bailar’. Ok, a bailar entonces, porque si no, no cuadro nada. Regresé a EE. UU., empecé a hacer producción y me llamó Tito (Nieves) para hacer Sonámbulo. Haciendo el arreglo, pensé ‘¿Cómo hago que esa persona en Medellín se pare a bailar? Tiene que ser sencillo. ¿Cómo combino lo creativo con la sencillez?’ Ahí comenzó mi carrera como productor. En las melodías es importante mantener la sencillez. Hasta hoy, pienso en esa persona en Medellín. Esa es mi fórmula.



Aparece Nora, de la Orquesta de la Luz, perdida hace años...


Se quedaron en Japón. Yo quería una mujer. Primero, tuve miedo de llamar a La India. Tenía miedo de que me dijera que sí y luego cancelara: esto es un show muy caro y hay que tener mucha disciplina (...) A Nora, no la había visto en más de 15 años. Me escribió felicitándome porque le encantó Yo no sé mañana. Y le pregunté ‘¿Qué tu haces?’ Y me dijo ‘aquí en Japón, cantando con la orquesta de la luz’. ¿Te interesa estar en mi show? Vente pa’ca’, no sabía si cantaba todavía bien, si se veía bien. Pero la salsa es global, y cuando la vean, se van a sorprender.